Valentina Quintero: “Viajar para contar a Venezuela”

Nutre su vida de travesías y así enlaza paisajes, gente e historias. Esta periodista andante y desatada confiesa encontrar sosiego y creatividad cuando recorre el país, al tiempo de esgrimir que hay que aprovechar las dificultades, porque ahora es el tiempo del turismo nacional

 

Por Gloria Calderón

Sílabas marcadas para acentuar sus convicciones. Sílabas extendidas para cincelar su voz que proviene de la autenticidad. Valentina Quintero se expresa a borbotones y con énfasis. Posee ese verbo criollo-coloquial entonado –aunque ella revela que tiene sordera para cantar–, así como una prosa e imágenes llenas de adjetivos ingeniosos e ineludibles para describir los parajes y sentimientos del venezolano.

Y tiene bases para hacerlo. Fiel creyente de que el país se conoce en recorridos por carretera, esta mujer de medios de comunicación, que se ha forjado por décadas en periódicos, revistas, radio, televisión y en internet, bien se ha ganado, a pulso y a pie, el titulo de viajera de Venezuela.

El programa Bitácora de RCTV, verbigracia, fue una de las vitrinas para sembrar arraigo. “Este espacio nos marcó a todos a quienes trabajamos en él. No podíamos ningunearle la calidad a la naturaleza, ni ningunearle la calidad a la gente que estaba apareciendo allí”, suelta con vehemencia. Y ahora, esta periodista, a quien no le gusta estar atada a horarios, cuenta las virtudes de nuestra geografía y de nuestra gente a través de Instagram y de la emisora Onda, del circuito Unión Radio.

En su recinto lleno de luz, pleno de aire y regado de muchos colores, amén de su “cuarto-tienda-vestier” que guarece sus sombreros y zapatos, –su hogar, pues–, Valentina evoca anécdotas y reflexiona sobre el país. Y lo que más disfruta: echar cuentos.

Se define como una viajera desatada. ¿Qué significa esto?

–Me entra como un atafague cada vez que paso mucho tiempo en un mismo sitio, a tal punto de que cuando viajo me gusta que podamos dormir todos los días en un sitio diferente. Para mí, es un horror que la gente pase una semana haciendo exactamente lo mismo en un hotel todo incluido. Es la negación de un viajero. Lo que un viajero quiere es andar por allí, conocer, vincularse con la gente, conversar, comer la comida de cada sitio y saber cómo vive la gente en esos lugares.

Y su pensar nace de…

–Esto es algo que viene de la infancia y de familia. Mi abuelo, Juan de Dios, el papá de mi papá, fue toda la vida un gran viajero. Él le decía a mi papá: “vámonos a Colombia”, cuando eso llevaba dos semanas. Y no importaba; se iban en carro, y se pasaban siglos. El trayecto es parte del viaje, no hay ningún afán de llegar. Y así también lo aprendí con mi papá, en viajes con mis hermanos desde que éramos muy pequeños.

¿Qué le dejan sus constantes recorridos por el país?

–Para mí, viajar por Venezuela, viajar con cédula, cómo digo yo, es la única manera en que me siento verdaderamente plena, que consigo sosiego. Se me ocurren todas las ideas, aparecen todos los proyectos. Agarro carretera y ya. Todo lo que está pasando se me olvida, y me encanta. Además, me gusta viajar en carro, poder detenerme, hacer mercado por el camino y visitar a la gente. Y si voy por Barquisimeto me paro en casa de María Luisa para conversar con ella de sortilegios. Voy a buscar una lechuguitas que hay por allá, y siempre dejamos una diligencia pendiente para tener que volver. Siento que todo el país es una extensión de mi casa. Venezuela es mi hogar y ando absolutamente tranquila, confiada y feliz.

El valor de la gastronomía

Valentina es sinónimo de credibilidad. Si bien la idea de ser una marca, como un día le dijo su hija, le parece “horrenda” y “fuerte”, la acepta y está consciente de que tiene una imagen reconocida. “Soy muy estricta con el manejo comercial”, explica. Ha prestado su voz y a estampa a algunos productos, pero enarbola que no ha hecho publicidad a empresas o servicios vinculados con la industria turística “porque hay un conflicto de intereses”.

Es transparente y directa, y así gana la confianza de la gente. “Prefiero decir que tengo con los venezolanos una relación muy afectiva y ellos, a su vez, la tienen conmigo”, apunta.

¿Cómo ve en estos momentos al país?

–Me causa un profundo dolor ver la descomposición, sobre todo la de valores. Me sacude la inseguridad. La gente me dice: “¿cómo viajar por un país tan inseguro?”. Y tienen razón. Yo sigo viajando, lo hago de día, no me privo de ello. Si tuviera niños pequeños sería más cauta. Lo que a mí me resulta más imperdonable es la división en el país. Siempre fuimos los venezolanos y ya. Aquí siempre hubo partidos políticos, pero ese nunca fue un asunto que dividiera. Nunca voy a decir “soy una periodista que viaja y no me meto en la política”, todo lo contrario. Yo sí lo hago y fijo posición: soy radicalmente de oposición, no creo que las medidas que ha tomado este gobierno nos conduzcan a nada que saque a Venezuela adelante, sino todo lo contrario. En este momento, con la baja de los precios del petróleo, veo una extraordinaria oportunidad para que finalmente el turismo se posicione como la actividad que puede sacar al país adelante.

Ha dicho recién que “ahora le toca al turismo”. ¿Qué hace falta en la Venezuela actual para potenciarlo?

–Nunca ha habido un gobierno que realmente haya estado convencido de que el turismo debe ser una actividad económica importante en Venezuela. Ahora hay muchas cosas que solucionar. Sin embargo, estoy convencida de que, quienes estamos trabajando en turismo, tenemos que empezar a organizarnos. El turismo viene, eso nos va a tocar. Es una consecuencia lógica, además el turismo crea orgullo, nos convierte en un país de anfitriones. Nosotros como venezolanos no tenemos ningún sentido de pertenencia con el petróleo. Eso es una cosa negra, pegostosa, contaminante. Pero si tú eres de Coro, sientes orgullo de tus médanos, de tus playas, del casco histórico. Si vives en el llano te remueves cuando hablas del sol de los venados y de los animales.

¿Solo los paisajes nos dan orgullo?

–Además de la geografía y la naturaleza, tenemos una inmensa fortaleza en la gastronomía. Tenemos cocineros en todo el país; algunos se han ido por el mundo a divulgar nuestra comida, cosa que nunca habíamos tenido. Creo que la arepa se hace en cualquier lugar del planeta, porque tenemos a venezolanos haciéndola. Esta diáspora yo la he terminado viendo como una ventaja. Es la primera vez que tenemos embajadores en el mundo entero dispuestos a comunicar lo que somos los venezolanos, y no lo que este gobierno pretende que seamos. Esos venezolanos que se han ido, con todas las razones que puedan tener y que además no las voy a juzgar, viven un inmenso dolor. A la hora de que la nación los necesite, toda esa gente va a apoyar a Venezuela, porque este es su país.

“Aquí están nuestras raíces, nuestros muertos, nuestras familias, afectos y sabores”, recalca Valentina. Estos son elementos que nos unen a la nacionalidad. Porque, ciertamente, son parte de la herencia, el sendero y el porvenir de una Venezuela, cuya gente siempre está dispuesta a brindar un café y a contar su vida.

“Estoy absolutamente convencida de que el arraigo es un sentimiento superior. Es un apoyo para entender las calamidades del país y hace que te sientas como un samán en el llano: ¡sembrá!”.

“Nadie discute en el mundo que Venezuela tiene el mejor cacao del planeta. Podemos unirnos alrededor de esta fortaleza”.

En cortito

¿Qué es lo imprescindible del país?

–Nuestras mayores fortalezas son la naturaleza y la gente, y de esta, la generosidad, sobre todo cuando uno va por el interior de Venezuela.

¿Algún destino pendiente?

–Siempre los hay. Me gustaría regresar a Sanare y conocer las islas Las Aves y La Orchila.

¿Qué lleva en su equipaje de vida?

–Un empeño inmenso de contar lo que veo y compartirlo.

¿Un libro favorito?

Elogio de la lentitud, de Carl Honoré, porque con entendí la ricura de andar despacio para fijarse en los detalles.

–¿Una canción?

Carretera, de Aldemaro Romero.

–¿Una comida?

–Me desmoñan las mandocas.

–¿Un personaje?

–Armando Scannone, quien convirtió la cocina venezolana en un orgullo.

–¿Una película?

Lo que el viento se llevó, me marcó desde que era una criatura aquella mujer tan testaruda y tan fuerte.

¿Una maña?

–Levantarme muy temprano, con desenfreno, para que no se me termine el día.

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